sábado, 18 de abril de 2015

Gerardo Diego

(Santander, 1896 - Madrid, 1987).

El sueño
 
Apoya en mí la cabeza,
si tienes sueño.
apoya en mí la cabeza,
aquí, en mi pecho.
Descansa, duérmete, sueña,
no tengas miedo del mundo,
que yo te velo.
Levanta hacia mí tus ojos,
tus ojos lentos,
y ciérralos poco a poco
conmigo dentro;
ciérralos, aunque no quieras,
muertos de sueño.

Ya estás dormida. Ya sube,
baja tu pecho,
y el mío al compás del tuyo
mide el silencio,
almohada de tu cabeza,
celeste peso.
Mi pecho de varón duro,
tabla de esfuerzo,
por ti se vuelve de plumas,
cojín de sueños.
Navega en dulce oleaje,
ritmo sereno,
ritmo de olas perezosas
el de tus pechos.
De cuando en cuando una grande,
espuma al viento,
suspiro que se te escapa
volando al cielo,
y otra vez navegas lenta
mares de sueño,
y soy yo quien te conduce
yo que te velo,
que para que te abandones
te abrí mi pecho.
¿Qué sueñas?  ¿Sueñas?  ¿Qué buscan
- palabras, besos -
tus labios que se te mueven,
dormido rezo?
Si sueñas que estás conmigo,
no es sólo sueño;
lo que te acuna y te mece
soy yo, es mi pecho.

Despacio, brisas, despacio,
que tiene sueño.
Mundo sonoro que rondas,
hazte silencio,
que está durmiendo mi niña,
que está durmiendo
al compás que de los suyos
copia mi pecho.
Que cuando se me despierte
buscando el cielo
encuentre arriba mis ojos
limpios y abiertos.

viernes, 17 de abril de 2015

Alí Chumacero

(Acaponeta, Nayarit, 1918 – México, D.F., 2010).


A una estatua

Cesa tu voz y muere
sobre tus labios mi alegría.
No habrá palabra que en tu piel levante
ni un incierto sabor de brisa oscurecida
como el recuerdo que en mis ojos deja
el paso de tu aliento,
porque vives inmersa en tu silencio,
impenetrable a mis sentidos
y si mis manos en tu piel se posan
inclinas la cabeza,
navegas en un tiempo que escucha tu latido,
y entre sus aguas, inundándote
bajo la tersa forma de su espejo,
estás abandonada,
próxima a ser violenta permanencia,
enemiga de olvidos,
casi perdida en íntima zozobra
y sin más voluntad
que la crueldad entre tus labios muda.


Toma tu cuerpo ahora, vuelve el rostro,
mírate así, segura y desplomada
hacia un estanque donde mora el miedo,
donde sólo hay imágenes
y el cuerpo deja su cautivo duelo
para entrar en la fuente de su origen.
Verás nacer el sueño de tu cuerpo
anegando en pureza toda vida,
todo impulso negado en puro movimiento
y toda forma sostenida en puro resplandor
ya no será la flor sino su aroma,
ya no serás tú misma.


No importa entonces que de pronto mueras
y pierdas toda sombra

quedándote en escombros defendida,
si toda tú pereces,
náufraga de tu propio mar,
presa dentro de ti, vencida
como ángel que asolado por el fuego
lanzara su impotencia,
y sólo un desengaño
entre rocas de olvido y de tinieblas
dejan tus labios mudos
y la pureza inútil de tu cuerpo.


Muere, desnuda forma,
hielo que mata mi alegría,
crueldad vertida en mármol fatigado;
muere ya, y deja que contemple
la lucha de tu cuerpo con la sombra,
el debatir inútil de tus labios
contra el vacío olvido de tus ruinas,
que en ataúd o tumbas duermes
entre un querer o no de tus sentidos.




Espejo de zozobra

Me miro frente a mí, rendido,
escuchando latir mi propia sangre,
con la atención desnuda
del que espera encontrarse en un espejo
o en el fondo del agua
cuando, tendiendo el cuerpo, ve acercarse
su sombra, lenta e inclinada,
a la suprema conjunción
de dos pulsos perdidos en sí mismos,
como doble sueño o palabra
inserta en eco hasta llegar
a la primera orilla del silencio.
En espejo de sueños estoy junto a mí mismo
y mi imagen se asoma alargando los brazos,
buscando asir lo inasidero,
lo que dentro de mí resuena
como sombra apresada en las tinieblas
que quisiera hallar una luz
para poder nacer.
Estoy junto a la sombra que proyecta mi sombra,
dentro de mí, sitiado,
intacto, descansando leve
sobre mi propia forma: mi agonía,
y en vano quiero ya cerrar los ojos,
dejar los brazos a su propio peso
o que el agua del silencio lave mi cuerpo,
pues ya mi sueño frente a mí me nombra,
ya destroza el espejo en que se guarda
y reclina su voz sobre la mía:
ya estoy frente a la muerte.

 

martes, 7 de abril de 2015

Bernardo Schiavetta

(Córdoba, Argentina, 1948). 


Conjunción de opuestos

un no sé qué que quedan balbuciendo
con latidos y alientos, porque escuchan
como Todo se nombra y los saluda
sin más voz que latidos y que alientos
cuando ambos se despiden de ellos mismos,
de esos opuestos dos, el tú y el yo,
si se dicen adiós en un encuentro
con lo Otro, lo que es Uno en uno y otro,
si se dicen adiós en un encuentro
de esos opuestos dos, el tú y el yo,
cuando ambos se despiden de ellos mismos,
sin más voz que latidos y que alientos,
como Todo se nombra y los saluda
con latidos y alientos, porque escuchan
un no sé qué que quedan balbuciendo




 Espejo del exorcismo

eidolon

espejo del reflejo
endiablado y amado
espejismo y abismo
idolejo o diablejo
abismo y espejismo
amado y endiablado
reflejo del espejo





 Espejo de Yorick
Yorik's skull, the king's jester. Hamlet, V, I, 198
¿Yo Segismundo no soy? La vida es sueño, II, 253

En el espejo vacuo de los mimos
una tras otra veo mis carátulas
Segismundo que duda como Hamlet
luego Pierrot o Pantalone luego
mi calavera de bufón se muestra
Luego Pierrot o Pantalone luego
Segismundo que duda como Hamlet
una tras otra veo mis carátulas
en el espejo vacuo de los mimos






Espejo de los ecos
Sabremos dar respuestas, éstas, éstas…
más sólo si otros ecos nos repiten
dos preguntas que copian nuestras voces,
sin decir nada más que tú y yo somos
tan tenues como un eco, que copiamos
las respuestas de todos, balbuceos
de lenguas ya olvidadas, las palabras,
que los siglos reciben de los siglos,
que los siglos reciben de los siglos,
de lenguas ya olvidadas, las palabras,
las respuestas de todos, balbuceos
tan tenues como un eco, que copiamos
sin decir nada más que tú y yo somos
dos preguntas que copian nuestras voces,
más sólo si otros ecos nos repiten
sabremos dar respuestas, éstas, éstas…