viernes, 24 de julio de 2015

Fabio Morábito

(Alejandría, Egipto, 1955).

Cuarteto de Pompeya*

I

Nos desnudamos tanto
hasta perder el sexo
debajo de la cama,
nos desnudamos tanto
que las moscas juraban
que habíamos muerto.
Te desnudé por dentro,
te desquicié tan hondo
que se extravió mi orgasmo.
Nos desnudamos tanto
que olíamos a quemado,
que cien veces la lava
volvió para escondernos.
 
* En Pompeya, entre otros cuerpos petrificados por las lavas y cenizas
de la erupción del Vesubio (año 79), se conservan los de un hombre y una
mujer en el acto amoroso.


II

Me hiciste tanto daño
con tu boca, tus dedos,
me hacías saltar tan alto

que yo era tu estandarte
aunque no hubiera viento.
Me desnudaste tanto

que pronuncié mi nombre
y me dolió la lengua,
los años me dolieron.

Nos desnudamos tanto
que los dioses temblaron,
que cien veces mandaron
las lavas a escondernos.

III


Te frotabas tan rápido
los senos que dos veces
caí en sus remolinos,

movías el culo lento,
en alto, para arrearme
a su negra emboscada,

su mediodía perenne.
Abrías tanto su historia,
gritaba su naufragio...

Nos desnudamos tanto
que no nos conocíamos,
que los dioses mandaron
la lava a reinventarnos.

IV

 
Te desmentí de cabo
a rabo devolviéndote
a tus primeros actos,

te escudriñé profundo
hasta escuchar la historia
amarga de tu cuerpo,

pues sólo el amor sabe
cómo llegar tan hondo
sin molestar la sangre.

Esa noche la lava
mudó el paisaje en piedra.
Tú y yo fuimos lo único
que se murió de veras.

domingo, 19 de julio de 2015

Hugo Mujica

(Avellaneda, Buenos Aires, 1942).


Mujer que comienza a escuchar hacia dentro,
que dilata los oídos hacia su interior
al tiempo que su piel se dilata hacia fuera.


Mujer que hace de todo su cuerpo un oído,
una palma sensible que capta
el mínimo movimiento en su seno,
que vive hecha atención,


siempre atenta, siempre esperando,
siempre celebrando el gesto mas nimio
sentido o intuido en su interior:
los mínimos movimientos en los que siente
y presiente la presencia de una nueva vida
que nace en su propia vida.


Mujer. Tiempo de esperar
no lo que viene desde fuera,
sino lo que late y pulsa por nacer desde dentro,
desde ese adentro abierto,


ese abismo del misterio donde se origina lo humano,
ese abismo del origen donde Dios pulsa por hacerse
carne en nosotros,
por hacer de nosotros un lugar donde latir,
un latido desde el cual decirse.

martes, 7 de julio de 2015

Arturo Maccanti

(Las Palmas de Gran Canaria, 1934 - San Cristóbal de La Laguna, 2014). 


Sin límites

Lo que no es piedra es luz.
Octavio Paz 

Madre, sembrando luz por estas islas 
de trochas y barrancos, 
abriste mis arterias
de ópalo, las fuentes 
de cuarzo de mis ojos,
el vuelo antes del vuelo
de tus eternas aves,
y soy por ti partícipe sin límites
de tu infinito tiempo de cristal.  


III

Apenas ha llovido mientras estaba dentro, tocado
por el fuego de las palabras, y es como seda el agua
caída sobre los mudos techos de tejas y verodes de
Gerea; en el asfalto es pátina oscurísima, resaltando
las estelas de la luz vencida de las farolas;
haciendo, si esto fuera posible, más leve la quietud
de este instante del mundo. 
   Tardará poco el alba pienso en devorar tanta 
belleza, en hacer desaparecer tu magia impecable,
ciudad mística y mítica, pero, hasta entonces, 
el pensamiento de mi existencia se quedará vagando
entre el balcón y las distancias, cogido entre la noche
profunda y la turbia obsesión del tiempo pasajero. 


Tentativa de Ulises

Desde el viento del sur, 
¿por dónde iré
a recobrar la luz, el fuego,
que sé perdidos ya
en Guerea?
                     ¿Allá,
por lluvias, humos y carruajes,
gentes sin rostro?

¿De qué exilio llegamos, 
póstumos, sucesivos, 
a escarbar en nosotros, que pavesas
encandiladas somos, prontas
a no ser, a extinguirse?

Penumbra inevitable, cómo pesas, 
mientras chillan los pájaros oídos
en las frondas del sueño, 
y más aún, en la terca distancia, 
si volvemos atónitos los ojos
en busca del ayer, que sólo es ya
un bastón de la vida tomado por el tiempo.